sábado, 10 de junio de 2017

Los valores educativos del juego

El juego es un instrumento extraordinario con el que el educador puede ir ayudando a los jóvenes a crecer como personas. El jugar va a ser una escuela práctica donde vivir muchas de las cosas que el chico ha descubierto en su proceso educativo, y donde aprender muchas otras. Donde no llega la clase ni tan siquiera las reuniones de pequeños grupos, puede llegar el juego.
Veamos una serie de aspectos que lleva consigo la experiencia del juego:

  • El juego revela al educador cómo es la personalidad del niño. Pone en evidencia su carácter, su afectividad, su espontaneidad. Sirve para conocer mucho más profundamente al chico.
  • Desarrolla, de una forma divertida, lo físico, lo intelectual y lo afectivo.
  • Hace descubrir el sentido de equipo. El jugador tiene que aportar lo que él es para que el equipo quede beneficiado. De su colaboración con el equipo depende el buen funcionamiento del juego.
  • Pone al jugador en relación permanente consigo mismo ya que se ve obligado a preguntarse: "¿Qué es lo que yo puedo hacer?" Por eso, el juego es una actividad que da cohesión a un grupo y contribuye a que los más aislados se integren más, en la medida en que ponen en común sus habilidades, por pequeñas que sean.
  • La astucia, la rapidez, el ingenio se convierten en grandes valores. La fuerza pierde la primacía. Sólo la conjunción de las aportaciones de todos los jugadores hace que haya un resultado completo. El típico chaval fortachón que menosprecia a los más débiles quedará en evidencia al necesitar la ayuda de todos. El chico tímido y que nunca es brillante en el grupo descubrirá que su aportación es fundamental. El bien común es lo que prima, no el lucimiento personal.
  • Esa aportación de todos hace que los chicos se conozcan más entre sí.
  • Contribuye a que el chaval vaya consiguiendo una progresiva autonomía y esquemas prácticos que le ayuden a desenvolverse con soltura.
Ayuda al niño a estructurarse respetando unas normas básicas que no son impuestas arbitrariamente, sino que garantizan la buena marcha de la actividad. En ese sentido, el jugador debe ser sincero consigo mismo y no hacer trampas, ya que ha experimentado que las trampas de otros estropean el juego. en definitiva, el juego ayuda a organizar y desarrollar la personalidad del niño, conociéndose más a sí mismo y abriéndose a los demás.

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